El dragón

   Hasta hace unos meses pensaba que mi vida era normal. Que las cosas que me pasaban no eran interesantes. Vivía acostumbrada a lo malo, y no me daba cuenta. Y a veces pienso que daría lo que fuera por volver a eso. Pero entonces me acuerdo de lo mal que lo pasé últimamente, y me asusta siquiera pensarlo.

   Aprendí a las patadas que tenía que hacer cambios, aprendí a dejar todo lo que me hace mal atrás, y mirar hacia adelante, donde me esperan las cosas buenas. O no, pero por lo menos es mirar hacia adelante.

   Busco culpables. Y siempre veo la cara de una persona. Pero no le guardo rencor, le tengo lástima. Y si de algo me sirvió el 2010 fue para entender que no tengo que odiar, ya que odiando solo logro hacerme mal a mí misma. 

   Me lastimó, sí. Me lastimó que haya sido un pajarito, y que en semanas se haya vuelto un dragón. ¿Pero qué puedo hacer ahora? No gano nada con llorar ni con gritar, aunque lo haya hecho varias veces. Solo puedo esperar, esperar a olvidar cuánto me hizo sufrir, y finalmente perdonarla. ¿Quién soy yo para no perdonarla? 

   Eso sí. No vamos a ser las mismas de antes. Ni ella, ni yo. Incluso sé que no me interesa ser la misma de antes, ni que ella lo sea. Sé lo que me hizo, no soy tonta. Sé que se equivocó, pero ya está. Me dejó la marca, y aunque cicatrice, siempre va a estar ahí.